martes, 28 de agosto de 2007

El sujeto

Henri Cartier-Bresson
Es sujeto para la fotografía todo lo que acontece en el mundo como, asimismo, en nuestro universo personal. No podemos ignorar al sujeto; esta en todas partes. Así, debemos tener lucidez frente a lo que esta ocurriendo en el mundo y ser honestos con nuestros sentimientos.

El sujeto no consiste en una colección de hechos, puesto que los hechos en si mismos ofrecen poco interés. Pero, sin embargo, es a través de los hechos como podemos alcanzar una comprensión de las leyes que los gobiernan, y estar mejor capacitados para seleccionar aquellos que nos comunican la realidad mas esencialmente.

En la fotografía la cosa mas insignificante puede ser un gran sujeto. El detalle pequeño, humano, puede convertirse en leitmotiv. Vemos y mostramos el mundo que nos rodea, pero es un hecho que provoca el ritmo orgánico de las formas.

Hay cientos de maneras de destilar la esencia de algo que nos cautiva; pero no debemos catalogarlas. En lugar de eso, las dejaremos brotar en toda su frescura...

Hay todo un territorio que no ha seguido siendo explota-do por la pintura. Algunos dicen que se debe al descubrimiento de la fotografía. Sea como fuere, la fotografía se ha apropiado de parte de este territorio, asumiendo el papel de ilustración.

Un tema que hoy es objeto de ironía por parte de los pintores es el del retrato. La levita, la capa militar, el corcel, característicos son ahora rechazados por los pintores, incluso por los academicistas. Se sienten hastiados de ver tanto botoncito en las polainas, detalle de moda para los retratistas victorianos. Para los fotógrafos —quizá porque vamos tras algo de valor menos duradero que los pintores— en vez de resultar esto irritante es mas bien jocoso, porque aceptamos la vida en su plena realidad.

La gente siente una necesidad de perpetuarse a través de los retratos y sacan a relucir sus mejores perfiles para la posteridad. Entremezclado a esta necesidad, sin embargo, hay un cierto temor a la brujería; una sensación de que al sentarse para que la cámara los retrate se están exponiendo a los manejos de una especie de magia negra.

Uno de los aspectos fascinantes del retrato es la manera como nos permite trazar la identidad, la permanencia del hombre. De alguna manera, la continuidad del hombre se da a través de todas las cosas externas que lo constituyen, aun cuando ello se diese hasta el punto de que se confunda al tío con el sobrinito en el álbum familiar.

Si lo que el fotógrafo debe intentar es alcanzar un reflejo real de lo que constituye el mundo de esa persona (externo e interno), es necesario que el sujeto del retrato este dentro de su normalidad. Debemos respetar el ambiente que lo rodea e integrarlo al retrato, puesto que el hombre, como los animales, tiene su hábitat. Sobre todo, al que vamos a retratar debe hacérsele olvidar que esta frente a una cámara y, por consiguiente, al hombre que la maneja. Un equipo complicado con varios reflectores y aparatos sofisticados es suficiente, creo, para impedir que saiga el pajarito.

¿Que hay mas fugitivo y transitorio que la expresión de un rostro humano? La primera impresión que tenemos de un rostro determinado es, a menudo, la correcta; pero el fotógrafo debería continuar corroborando esta impresión viviendo con la persona. El instante decisivo y una dosis de psicología —cuya importancia no es menor a la de la posición de la cámara— son los factores principales para la obtención de un buen retrato. Pienso que seria bastante difícil ser un fotógrafo de retratos para clientes que ordenan y pagan —fuera de un par de mecenas o dos— para ser halagados, pues el resultado obtenido ya no es autentico. El que va a ser retratado siente recelo de la objetividad con que la cámara lo va a registrar, mientras que lo que el fotógrafo busca en realidad es hacerle un agudo estudio psicológico.

Es cierto, incluso, que los retratos tornados por un mismo fotógrafo traducen todos una cierta identidad. El fotógrafo esta buscando la identidad de su modelo y, al mismo tiempo, tratando de lograr una expresión propia. El verdadero retrato no pone énfasis ni en lo refinado ni en lo grotesco, sino que intenta reflejar la personalidad.

Yo prefiero infmitamente más aquellas fotografías pegadas unas junto a otras, formando hileras en las vitrinas donde se hacen fotos de pasaporte, a los retratos retocados. Al menos hay algo en esos rostros que plantea un interrogante o un simple testimonio de un hecho, en lugar de la identificación poética que buscamos

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