martes, 28 de agosto de 2007

Los clientes

Henri Cartier-Bresson

La cámara nos pone en condiciones de llevar una especie de crónica visual. Yo, personalmente, la considero mi diario. Nosotros los fotógrafos reporteros somos gente que provee información a un mundo lleno de prisas, a un mundo dobla-do por el peso de las preocupaciones, inclinado a la cacofonía y poblado de seres ávidos de información y que necesitan la compañía de imágenes. Nosotros mientras fotografiamos inevitablemente emitimos juicios sobre lo que vemos, y esto implica una gran responsabilidad. Pero dependemos, sin embargo, de la imprenta, ya que es a las revistas ilustradas adonde —como artesanos— mandamos la materia prima.

Sin lugar a dudas, fue para mi una experiencia emotiva cuando vendí mi primera fotografía (a la revista francesa Vu). Ese fue el inicio de la larga alianza que mantengo con las revistas. Son ellas las que nos consiguen el publico y las que saben como realizar los relates fotográficos del modo en que el fotógrafo hubiese deseado hacerlo. Pero algunas veces, lamentablemente, las distorsionan. La revista puede publicar exacta-mente lo que el fotógrafo quería mostrar, pero este también puede correr el riesgo de dejarse someter a los gustos o requerimientos de la revista.

En un relate fotográfico los pies de fotos deben dar a las imágenes un contexto verbal y destacar cualquier aspecto relevante de estas, cuando el hacerlo no este al alcance de las posibilidades de la cámara. Lamentablemente, en la oficina del subdirector a veces se cuelan errores en los que no solo se encuentran simples faltas de ortografía o de tino. De estos errores el lector hace responsable generalmente al fotógrafo. Y cosas como estas suelen suceder.

Las fotografías pasan luego por las manos del director y del diagramador. El director debe elegir de entre las treinta y tantas fotografías de que consta un relato fotográfico, promedio. (Es como si tuviera que cortar en trozos el texto de un articulo para terminar extrayendo unas citas.) Para un relato fotográfico, como para una novela, hay esquemas ya dispuestos. Estas fotografías escogidas a criterio del director tienen que ser dispuestas en el espacio de dos, tres o cuatro paginas, según el interés que este cree que puedan suscitar o según como este la cuota de papel.

El gran talento del diagramador reside en saber como escoger de este cerro de fotos una en particular que merezca una pagina completa o una doble, y en saber donde insertar la fotografía chica que va a ser el eslabón indispensable del relato. (Mientras el fotógrafo toma las fotografías para su historia, debería ir pensando en la manera de disponerlas más ventajosamente.) A menudo el diagramador tendrá que recortar una fotografía de modo que quede solo la parte más importante, ya que para el cuenta, por encima de todo lo demás, la unidad de toda la página o de todo el conjunto. Un fotógrafo rara vez se mostrara lo bastante agradecido con el diagramador, que es quien da a su trabajo una magnífica presentación dirigida a conservar la significación Integra de la historia; una disposición donde las fotografías tienen los márgenes a la distancia correcta y destacan como es debido, y donde cada pagina posee su propio ritmo y construcción.

Hay una tercera preocupación para un fotógrafo: cuando busca una revista donde publicar su historia.

Hay otros medios de dar a conocer nuestras fotografías aparte de las revistas. Por ejemplo, a través de exhibiciones o de la edición de un libro, que constituye casi una forma permanente de exhibición.

He hablado de un solo tipo de fotografía. Pero hay muchos. Evidentemente son fotografías la fotografía borrosa que llevamos en nuestra billetera, las fotos brillantes del catalogo publicitario y un buen numero de cosas mas. No pretendo definirla para todo el mundo. Solo intento definirla para mi mismo: para mi la fotografía es el reconocimiento simultaneo, en una fracción de segundo, de la significación de un hecho con la organización precisa de las formas que dan a ese hecho su expresión propia.

Creo que en la vida el descubrimiento de uno mismo se da generalmente al mismo tiempo que el descubrimiento del mundo que nos rodea, el cual, si bien puede modelarnos, también puede ser modificado por nosotros. Debe establecerse un equilibrio entre estos dos mundos —el que esta en nuestro interior y el que esta fuera—. Como resultado de un proceso dialéctico constante, estos dos mundos llegan a conformar uno solo. Y este es el mundo que debemos comunicar.

Pero esto atañe solo al contenido de la imagen. A mi parecer, el contenido no puede separarse de la forma. Y por forma me refiero a la organización rigurosa de las combinaciones de superficies, líneas y valores. Es tan solo en esta organización donde nuestras ideas y sentimientos cristalizan y pueden comunicarse. En la fotografía la organización visual solamente puede brotar cuando se ha desarrollado bien el instinto.

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